Comunicación política
Ayer lunes Pedro Sánchez nos deleitó con el acto final del último truco de sus aprendices de brujos que tiene por asesores: una comparecencia sin preguntas en la que básicamente ha dicho que le sigue pareciendo muy mal que se abran diligencias contra una ciudadana al ser esa ciudadana su mujer.
Una escapada hacia delante que es imposible que termine bien y que nos está arrastrando hacia un delirio colectivo que aparta cualquier debate racional sobre ese y cualquier otro tema que se pueda plantear.
Y más allá de la puesta en cuestión de la libertad de prensa, que ya ha comenzado con el propio presidente llamando “webs” a algunos medios digitales, todos estos meses de delirio pasan y los temas relevantes como la vivienda o la presión que ejerce el gasto en pensiones quedan aparcados.
Bien haríais los periodistas en comenzar a desvincular vuestra agenda de la última idea de esos que se hacen llamar expertos en comunicación política si no queréis que el fanatismo de los grupies de Sánchez (Maria Jesús Montero ya es indistinguible de un barra brava de Boca Juniors) y, sobre todo, la desafección de una mayoría que no ve tratados sus problemas os lleve a la más absoluta irrelevancia.